Por Constanza Avello
2023-09-03
“Mientras Google lleve adelante el programa deconstructivista no hay más que control” (B. Groys, 2014)
La viralización es la difusión exponencial de un contenido que provoca interés social a través de medios digitales y que, tal como si estuviera bajo los efectos de un virus, muta su sentido según el contexto y su distribución. La fotografía es particularmente susceptible de ser viral, basta recordar imágenes icónicas del estallido social en Chile, la mayoría visualmente atractivas, de encuadre frontal, nítidas y saturadas, donde por ejemplo, la fotografía en el monumento Baquedano de la actriz Susana Hidalgo, llegó incluso a concitar el interés de la prensa internacional, generado debate en una amplia diversidad de contextos a veces radicalmente opuestos, o que reducían la complejidad de las circunstancias a un colorido y exuberante espectáculo.
Hija de la industrialización, la reproducción es intrínseca al aparato fotográfico que rápidamente se masifica para volverse una pieza fundamental del progreso técnico, incidiendo en las ciencias e incluso en el devenir de la historia del arte. Autores como Vilem Flusser, señalan la aparición de la imagen técnica como un hito tan relevante para la humanidad como la invención de la escritura, sin embargo, pese a su masificación y aparente transparencia, es un modo ambiguo de vincularnos con la “realidad” a través de una complicada abstracción que se materializa en una técnica cada día más automatizada en desmedro de una serie de decisiones personales.
La digitalización fue el siguiente paso, logrando prescindir de la materialidad de la película fotosensible, mediante un sensor electrónico que codifica los rayos luminosos, modelados a su vez por la perspectiva monocular. En la fotografía digital confluye una doble codificación (Concha, 2011) como una particularidad específica de este tipo de imágenes, y si bien, la discusión académica ha desplazado el debate en torno al qué son las imágenes, para pensar críticamente el qué hacen las imágenes, la reflexión sobre qué es la fotografía me parece todavía necesaria, considerando que su uso extendido en la telefonía móvil, la vuelve particularmente sensible a la viralización que tergiversa de paso, como un virus que enferma, la voluntad autoral sobre las imágenes, volviéndolas fácilmente soporte de fakes news o pura ilustración de ideas que nada tienen que ver con la intención de su creador(a). Reflexionar sobre qué son las imágenes, incide en decisiones relevantes sobre su trayectoria y en la forma en cómo las abordamos y desplazamos.
El alto parecido con la “realidad” que la fotografía alcanza a través de la perspectiva como ilusión tridimensional, le otorgan un importante valor testimonial que a la vez la hace un excelente medio de propaganda ideológica. Desmaterializada como código binario, es información sintética, rápida de procesar, y particularmente efectiva para fomentar operaciones tras la pantalla que, procesadas como algoritmos, ofrecen fórmulas estandarizadas y proyectivas de la conducta humana. Ahí radica su potencial viralizado y es relevante entender que las redes sociales promueven la aceleración, la estandarización, el consumo y con ello la banalización de los contenidos. La fotografía es así un tipo de imagen específica, y si bien la digitalización homologa al mismo código (ceros y unos) gran parte de la información que consumimos, en ella permanece la seducción de la superficie visual como anzuelo amplificado en el universo virtual por el automatismo y la velocidad.
Se trata de atender que la imagen como síntesis y representación, reduce la apariencia al resultado de una técnica que juega con la verdad como un absoluto. Potenciar, por el contrario, que la fotografía se legitime como un lenguaje capaz de articular en la edición, una narrativa en favor de la ficción y la voluntad autoral, delimita sus trayectorias de sentido, la intencionalidad del aparato fotográfico, y la viralización.
Y aunque esto no impide del todo la fragmentación de una obra o de un cuerpo visual dispuesto en el ciberespacio, creo que sí es posible dar un lugar estratégico a aquellos relatos marginados del espectro visual de las redes sociales, a partir de una conciencia productiva sobre las implicancias de la especificidad del lenguaje fotográfico, con acciones creativas, performativas y responsables en medio de la programación de los algoritmos y la determinación técnica occidental.