Por Constanza Avello
2022-03-03
Hace unos días leí en redes sociales una pregunta dirigida sólo a mujeres: ¿Qué haríamos si por un día no existieran los hombres? La mayoría de las respuestas fueron referidas a poder existir sin miedo, salir a caminar o pedalear en la noche solas, vestirse y desvestirse a gusto para bañarse en el mar. Yo respondí al vacío de la pantalla virtual, mi deseo de salir a fotografiar libremente sin miedo.
La fotografía documental invita a explorar la naturaleza de lo otro, es una experiencia fotográfica motivada por la curiosidad. Su dinámica es exterior, salir, viajar, buscar, de modo que luego me pregunté: ¿y cómo podemos desarrollar libremente nuestro trabajo las fotógrafas que cargamos con ese miedo? ¿El miedo a ser violadas, mutiladas, asesinadas?
Maya Goded fue un primer referente femenino que me marcó profundamente. Recuerdo haber visto las fotografías de Tierra Negra y en particular el retrato de una mujer negra vestida de novia, fumando, con un cigarro en una mano y un ramo de flores en la otra. El efecto óptico del gran angular y el contrapicado, volvían la figura humana imponente al centro del encuadre. El alto contraste fotográfico y simbólico, blanco, negro, novia y vicio, me daba a ver una mujer empoderada pese a la minoría que representa la comunidad africana a la que esa mujer pertenecía en México.
Detrás de cámara, otra mujer, Maya Goded, una mexicana de ascendencia española, una “güera” (rubia) de ojos azules, lo que, en muchas ocasiones, según sus propias declaraciones, “ha sido horrible, porque eso, ser güera, representa algo”. Conociendo su trabajo, admiré su valentía. Trabajadoras sexuales, minorías étnicas, brujas, enfermxs de sida, han sido protagonistas de sus relatos fotográficos, visibilizando con un profundo sentido de responsabilidad social, lo que el mundo prefiere ocultar.
Pero Goded también tuvo miedo, horror. Se lamentó varias veces de estar donde estaba, aunque finalmente la conexión que establecía con alguien, por lo general otra mujer, le devolvía la esperanza para lograr, en definitiva, un trabajo fotográfico cercano e involucrado con el tema mediante relaciones de afecto y amistad que se traslucen en imágenes que denotan la posibilidad de derribar los prejuicios con lxs otrxs para aproximarse a su intimidad.
¿Esto quiere decir que hay esperanza para el resto de las fotógrafas que tenemos miedo? Los trabajos documentales que he hecho, han sido siempre en equipo. Sí, quisiera agarrar la cámara y salir sola a vagabundear como sugería Sergio Larraín en la carta a su sobrino, hoy fotógrafo, Sebastián Donoso. El miedo a la violencia de género de la que todas somos testigo me limita y he aprendido que el miedo si bien limita, también protege.
Frente a esta disyuntiva entre el deseo y el miedo intuyo que la solución es comunitaria. Hoy, la crisis que ha traído consigo un modelo individualista, ha generado por necesidad, la búsqueda de soluciones colectivas entre todas aquéllas minorías que quedan al margen de la noción moderna de progreso. Desde el retorno a la democracia, lentamente diversos grupos se fueron tomando el espacio público para volverse visibles por sí mismos: estudiantes, grupos ambientalistas, diversidades sexuales, hasta hoy en día, en que las mujeres participamos de marchas multitudinarias exigiendo nuestro derecho a ser libres. El presente y el futuro es colectivo. Es con lxs otrxs que construimos comunidad. Nunca olvidemos que las mujeres somos tribu y entre nosotras nos cuidamos. Bien lo sabe la “güerita de ojos azules”.