Por Maulina
2024-03-06
Amparo Prieto Monreal (Chile), es artista visual e investigadora especializada en el vínculo arte, territorio y energía. Se desenvuelve realizando trabajo de campo en diversos enclaves histórico-energéticos de Chile. Es Doctoranda del programa Patrimonio, Sociedades y Espacios de Frontera de la Universidad de Zaragoza; Máster en Métodos de Investigación Histórica, Artística y Geográfica de la UNED, España; Máster en Diseño de iluminación, Universidad de Salamanca, España y Licenciada en Artes de la Universidad de Chile.
Desde hace 12 años reside en Rabones, localidad rural del centro sur de Chile, lugar desde donde se ha dedicado a investigar la relación entre ruralidad y producción de energía.
A partir de esto planteó un proyecto de investigación doctoral, con el cual obtuvo la beca ANID (Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Gobierno de Chile) en 2019. Tras realizar estudios de doctorado en España, regresa a Chile, para desarrollar su trabajo de campo, el cual se centra en la coexistencia de usos y hábitos energéticos en territorios rurales y problematiza en torno al fenómeno global de la transición energética.
Sobre tus inicios, ¿cómo y cuándo comienzas a conectarte con lo artístico y las artes visuales?
Haciendo un ejercicio de memoria, creo que mi acercamiento a lo artístico se produjo por una necesidad de dar cobijo a las preguntas existenciales que se producen en la infancia, y que dan forma al ancestral imaginario que toda niñez erige para la formación de su ser. Esta reserva primitiva y originaria contiene las más antiguas preguntas acerca del Ser: la existencia del yo, su tiempo y espacio; la vida y la muerte, la tierra y el cielo, en fin, todo lo que nos invade, de una u otra forma, cuando somos niños, antes de comenzar a racionalizar el mundo.
Entonces creo que lo artístico en general fue el formato que se adecuó a mí y con el cual, inconscientemente, estaba optando por dar mayor cabida a esas preguntas y sus infinitas respuestas.
Culturalmente, mi casa giraba mas en torno a la música que a la visualidad pero por sobretodo, al pensamiento político que en esos años -nací el año 1973- circulaba por las venas del tejido familiar y social. Es aquí donde considero que comienza la racionalización del mundo, donde las preguntas de la infancia se territorializan y de algún modo se alejan de lo primitivo, dejando atrás lo existencial. Es aquí donde sitúo también mi acercamiento a las artes visuales, como un espacio amplio y abarcador de múltiples relaciones, pero que irremediablemente forman parte de la intelectualización de la vida y la experiencia. A partir de aquí, también comienza una lucha por desarticular lo que aprendimos en la academia y las fronteras disciplinares.
En tu trayectoria y camino recorrido, ¿cuáles han sido tus mayores logros y dificultades como artista?
Vamos a comenzar por los logros. Diría que uno de los más grandes es el hecho de haber permanecido fiel a ese patrimonio primitivo de la infancia, y haber seguido mi intuición, sin fijarme en los riesgos que suponía ir a contracorriente de lo que se suponía debían ser los pasos para una carrera exitosa y visible dentro del círculo del arte nacional.
Es así como en vez de permanecer en los centros de poder cultural centralizados, opté por salir de Santiago. He transitado y vivido desde joven, en lugares como Calama, Chuquicamata, Valdivia, Quilpué, Puerto Montt y, actualmente, en la localidad rural de Rabones, en la comuna de Colbún. Ninguno de estos lugares se presenta en mi biografía como lugares que me atrajeran por su red de conexiones profesionales o porque me acercaran a las oportunidades laborales que se requieren para hacer y divulgar un trabajo artístico.
Poco a poco fui descubriendo que eran estos lugares, alguno de ellos incluso fantasmales -como es el caso de Chuquicamata, que ya no existe- los que me permitieron seguir ampliando el espacio para esas preguntas existenciales de mi niñez, alejada, como parece que quería mi yo infantil, de la máquina cultural y artística de las grandes ciudades.
Con el tiempo veo que esas decisiones marcaron los contenidos de mi proceso, pues en cada lugar desarrollé trabajos artísticos, cuyas metodologías se forjaban en la vivencia de cada lugar y atendían a otras redes, no necesariamente artísticas. No transar esas preguntas y, digamos, no adherir irrestrictamente a los discursos en boga, hicieron que yo misma me convirtiera en un fantasma. Podía moverme sin dificultad por estos espacios inexistentes y que en los años 2000 aparecían como espacios aun incontaminados por la intelectualización moderna del mundo, en el sentido de industria cultural.
Con el tiempo, la descentralización que pretende la máquina cultural de nuestras democracias occidentales -de alma europea- han buscado los mecanismos para resucitar territorios-fantasmas, pero que en vez de valorar su maravillosa condición de invisibilidad, la han categorizado como arte de regiones o catastrado como una cartografía visual del territorio. No entrando en mayores profundidades acerca de cómo esa política de la imagen reproduce discursos enlatados y etiquetados de antemano, prefiero quedarme con una idea aprendida en estos años de errancia: mientras más nos alejamos de la ciudad, más nos acercamos al centro imaginario que llevamos dentro y que en constante estado embrionario, dirige nuestra intuición.
Respecto a las dificultades, estas tienen que ver con inventar y crear instancias alternativas para plantear y difundir los temas que me interesaban. En un principio, mientras me iba invisibilizando, temí quedar totalmente fuera de cualquier plataforma de difusión del trabajo y pensamiento que iba forjando. Sin embargo, un impulso me hacía ir más allá de las ciudades. La sensación de ausencia del mundo del arte me inundó y tras una fuerte lucha interna, decidí entregarme a esa ubicuidad y libertad que me permitía investigar en mi propia experiencia, el éxodo ciudad-campo, la figura de la ausencia, la estructura del fantasma, de mí misma y de los territorios que habitaba.
Desde tu experiencia y visión, ¿de qué manera vinculas tus obras/técnicas/procesos con el territorio donde habitas?
Para contarles de los contenidos de mi investigación actual, tengo que remontarme al momento en que emigré a la ruralidad, hace 12 años, a vivir a una localidad pequeña llamada Rabones en Colbún, comuna donde se emplaza la hidroeléctrica mas grande del país y segunda en tamaño de Latinoamérica.
Aquí comencé a cuestionarme lo que podría significar la práctica artística en este escenario que me mostraba de donde provenía la energía que yo alguna vez utilicé para mis obras tecnológicas, cuando vivía en la ciudad.
Comencé a preguntarme por el rol del arte en estos espacios intervenidos por la industria hidroeléctrica y como elucubrar posibles intersecciones entre arte y energía, para desde allí abordar algunas preguntas que comenzaban a inquietarme:
¿Cómo participa el arte en la era fósil?
¿Qué relación guarda la producción de energía con los dispositivos del arte?
¿Cuáles son las categorías estéticas que me permitirían vincular los abastecimientos energéticos con las sensibilidades colectivas y su forma de ver el mundo?
¿Podría hablar de una estética de la energía o de una estética fósil, como tiempo después descubrí que algunos autores han llamado a esta relación?
Para responder estas inquietudes planteé un proyecto de tesis doctoral que me permitiera averiguar esto a través del formato de residencias artísticas, que han sido el contexto donde ha ido desplegándose una metodología bastante anárquica si se quiere, dejándome llevar por un objeto de análisis que era bastante difuso y que me llevó por diversos territorios observando la relación entre infraestructura/producción de energía y ruralidad.
¿Cuáles son los intereses predominantes alrededor de tus prácticas artísticas?
Los problemas que me interesa abordar, desde hace ya varios años, tienen que ver con las transiciones energéticas, situándonos en un campo de exploración teórica y metodológica que pretende observar la relación tejida entre naturaleza y cultura, a partir del encuentro entre el capitalismo industrial y la cosmovisión energética.
Se trata de una matriz investigativa que se articula sobre las intersecciones entre ecología, como pensamiento complejo y holístico de lo socio-ambiental; lo sociotécnico, como red de interacción energética y la dialéctica luz/oscuridad, como el orden de visibilidad donde se desarrollan nuestras tradiciones perceptivas, sensoriales y fenomenológicas del mundo.
Mi interés actual se centra en interpretar el flujo energético expresado contemporáneamente en los mapas nocturnos de la tierra como un registro de la artificialización de la superficie terrestre, a través del encuentro de la luz eléctrica con la oscuridad territorial.
¿Cómo desarrollas tus procesos creativos?
Últimamente, mis procesos creativos intercalan escritura y trabajo visual, ambos se nutren para conformar un proceso permanente, que no atiende a un resultado final,menos a una obra final, sino que es eso, un permanente proceso.
Combino mi experiencia personal y autobiográfica, con lo que va pasando metodológicamente en el territorio que investigo -que es el lugar donde vivo- con la lectura y escritura de lo que en este momento es mi tesis, donde voy haciendo un registro visual de cada una de las ideas que van surgiendo en la investigación. Mi lenguaje predilecto es el poético, el que considero fundamental para hablar de oscuridad, pues se trata justamente de habitar esa frontera donde la imagen pierde su condición representativa y la visión queda desarticulada como sentido dominante.
¿En qué estás trabajando últimamente?
En la dialéctica luz/oscuridad. En tanto territorios electrificados y no-electrificados, busco lugares que no han sido alcanzados del todo por la electricidad, en los cuales me interesa preguntar por la subsistencia de una memoria socio-ecológica de la oscuridad, abordando la relación entre sistema, entorno e imaginarios a través de relatos culturales y subjetividades colectivas, en comunidades rurales o semirurales.
Mi actual investigación, de carácter exploratorio, interpretativo y participativo, en su teorización y práctica investigativa pretende recoger, bajo la forma de dispositivo multidisciplinar, los análisis del entramado socio-ecológico que se da entre las estructuras energéticas de Colbún, su entorno geográfico y los imaginarios colectivos asociados a la concepción de oscuridad en espacios de transición rural/urbano.
Los últimos 4 años, he ido creando un archivo a partir de datos obtenidos en Colbún acerca de la conceptualización que sus habitantes hacen del concepto de oscuridad.
Actualmente, estoy desarrollando caminatas nocturnas en Rabones, como una experiencia para activar los sentidos del tacto, el olfato y el oído, presentando el manto de la noche rural, como el telón de fondo donde retomar la tan olvidada pregunta por el Ser.
¿Qué podrías decirle a otras mujeres que están comenzando su trabajo artístico?
Una de las primeras cosas que podría decirles a las personas –mujeres o no- que quieren emprender un camino investigativo en el arte, es que practiquen una autoreflexividad acerca de su lugar en el mundo, conformando los caminos que han forjado su propio método, mientras se lo recorre, como relatos únicos e irrepetibles.
En segundo lugar, y como parte de esta auto-observación, creo que es un ejercicio interesante, declarar cual es el lugar que adoptamos para observar nuestros centros de interés; cómo se configura el yo que mira, como recolectamos información, cómo traducimos esa información y finalmente a qué paradigma disciplinario y político estamos respondiendo o volcando nuestros resultados.
En tercer y último lugar, creo que es importante alejarse, en lo posible, de los centros de poder. Y con ello me refiero a las instituciones que administran una agenda cultural servil y acomodada a los discursos político-estéticos de la tecnocracia occidental. En este sentido, considero muy importante estar en permanente autoreflexión de cómo reproducimos discursos que provienen de lugares distantes, aunque en apariencia se trate de los más vanguardistas y políticamente correctos. Practicar esa honestidad disciplinaria transforma nuestros caminos creativos en auténticas traducciones situadas que es finalmente lo que el arte puede aportar: registros contemporáneos de nuestra vida en la tierra.
Sitios de interés. Publicaciones, catálogos, textos
“Claroscuro: ecología sociotécnica de la visibilidad. Relatos de luz/oscuridad en los mapas nocturnos de la tierra” Publicación Memorias SURTROPÍA XXI Festival Internacional de la Imagen, Manizales-Bogotá Colombia.
“Visiones de fuego. Paisajes entrópicos. Una estética de la energía, de la mecánica a la termodinámica” AACA Digital: Revista de la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte, N°55.
“Norte claro y sur oscuro: una reflexión sobre ruralidad y despoblación en los mapas nocturnos de la tierra” en el Volumen “Construyendo el territorio desde la cultura”. Grupo de investigación Observatorio Aragonés de Arte en la esfera Pública. IEA/Diputación del Provincial de Huesca/Universidad de Zaragoza”
Ensayo “Claroscuro, ecología de la visibilidad”. Selección de ensayos en el marco del 5º Encuentro de Arte, Ciencia y Cultura Digital de la Corporación Chilena de Video y Artes Electrónicas.
2018 Catálogo de la exposición colectiva "Puertas Abiertas / AteakZabalik / Open Doors2018" con los artistas becados durante ese año en BilbaoArte. Catálogo SuperTrama. Programa de Arte Público.
“Aviso de Derrumbe” Editorial Consejo Nacional de la Culturas y Las Artes.
Conoce más en detalle el trabajo de la artista en su sitio web.
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